Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más
y más.
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más
y más.
Ay, Lucía, me sorprende que hayas colgado este poema de Neruda, pues no es de los más conocidos.
ResponderEliminarEn tiempos, yo lo recitaba de memoria, todos los días, al levantarme.
Pero hacía años que no lo leía. Hoy me has traído, a través de ese poema de Neruda, recuerdos gratos del pasado.
UN beso.
Me alegra que te haya traído recuerdos, yo me metí en páginas de Internet y dio la casualidad que leí este, claro al leerlo me quede prendada. Es precioso.
ResponderEliminarUn beso.